Una vez en casa de un amigo, viendo fotografías, el me mostró una imagen que generó en mi mucha inquietud. Se trataba de una escalada que habían hecho algunos años atrás en el edificio de FACES de la UCV. Esta escalada no era algo común, porque se hacía utilizando unas barras metálicas que se colocaban en los pequeños huecos que quedaron luego de la construcción del mismo. Ese día me dije "Yo quiero hacer esa escalada".
Luego de investigar como se había hecho antes y de haber consultado a diferentes personas que ya habían realizado aquel ascenso, me dispuse a hacer una serie de tramites burocráticos ante las autoridades de la Universidad Central de Venezuela para que autorizaran aquella escalada. La verdad no fue fácil obtener los permisos porque la actividad parecía un poco arriesgada y la casa de estudios no quería dar el permiso. El primer intento para obtener el permiso fue un fracaso, la respuesta por parte de las autoridades era negativa. En un segundo intento y con ayuda de algunas imágenes de la escalada anterior nos fue otorgado el permiso para escalar la pared. Aquella pared, que parecía tan complicada para ascender, no solo por su dificultad técnica, sino por lo complicado que era obtener el permiso para obtenerla, era la pared oeste del edificio de FACES de la UCV.
Llegó el día viernes 18 de junio de 2004, eran cerca de las nueve de la mañana cuando salimos del club de excursionismo de la universidad (CEU-UCV) para emprender una aventura que dejaría una imborrable historia en cada uno de los escaladores que la emprendieron.
Aunque por varios días la impaciencia vivió conmigo, había llegado el momento de escalar. Luego de prepararnos y arreglar todo con las autoridades del edificio, nos dispusimos a escalar la pared de concreto del lado oeste, aquella que se ve desde la conocida "tierra de nadie"; la gente que pasaba por los alrededores se quedaba observando lo que hacíamos. La impresión de las personas fue tan grande que hasta los perros antidrogas de la universidad se hicieron presentes en el lugar (¿qué pensarían?). El avance por la pared fue lento y delicado, las barras metálicas que se colocaban en los orificios para poder progresar en estilo artificial se salían con mucha facilidad, la escalada era muy comprometida, si cometía algún error una caída era inminente.
Pasadas unas horas llegué a la mitad del camino que me separaba de la cima, procedí a colocar la respectiva reunión para asegurar a mi compañero. Al llegar éste a la reunión, comencé a escalar el segundo tramo del edificio. En éste tramo de la escalada, la tensión aumentó mucho porque los huecos donde colocaban las barras de metal para progresar estaban obstruidos, por lo que éstas no entraban. Finalmente llegué a la cima del edificio, luego mi compañero subió por la cuerda con unos Jumars. Celebramos la Cumbre e hicimos algo que muy pocos han hecho en ese edificio, bajamos las escaleras sin haberlas subido.
Luego de investigar como se había hecho antes y de haber consultado a diferentes personas que ya habían realizado aquel ascenso, me dispuse a hacer una serie de tramites burocráticos ante las autoridades de la Universidad Central de Venezuela para que autorizaran aquella escalada. La verdad no fue fácil obtener los permisos porque la actividad parecía un poco arriesgada y la casa de estudios no quería dar el permiso. El primer intento para obtener el permiso fue un fracaso, la respuesta por parte de las autoridades era negativa. En un segundo intento y con ayuda de algunas imágenes de la escalada anterior nos fue otorgado el permiso para escalar la pared. Aquella pared, que parecía tan complicada para ascender, no solo por su dificultad técnica, sino por lo complicado que era obtener el permiso para obtenerla, era la pared oeste del edificio de FACES de la UCV.
Llegó el día viernes 18 de junio de 2004, eran cerca de las nueve de la mañana cuando salimos del club de excursionismo de la universidad (CEU-UCV) para emprender una aventura que dejaría una imborrable historia en cada uno de los escaladores que la emprendieron.
Aunque por varios días la impaciencia vivió conmigo, había llegado el momento de escalar. Luego de prepararnos y arreglar todo con las autoridades del edificio, nos dispusimos a escalar la pared de concreto del lado oeste, aquella que se ve desde la conocida "tierra de nadie"; la gente que pasaba por los alrededores se quedaba observando lo que hacíamos. La impresión de las personas fue tan grande que hasta los perros antidrogas de la universidad se hicieron presentes en el lugar (¿qué pensarían?). El avance por la pared fue lento y delicado, las barras metálicas que se colocaban en los orificios para poder progresar en estilo artificial se salían con mucha facilidad, la escalada era muy comprometida, si cometía algún error una caída era inminente.
Pasadas unas horas llegué a la mitad del camino que me separaba de la cima, procedí a colocar la respectiva reunión para asegurar a mi compañero. Al llegar éste a la reunión, comencé a escalar el segundo tramo del edificio. En éste tramo de la escalada, la tensión aumentó mucho porque los huecos donde colocaban las barras de metal para progresar estaban obstruidos, por lo que éstas no entraban. Finalmente llegué a la cima del edificio, luego mi compañero subió por la cuerda con unos Jumars. Celebramos la Cumbre e hicimos algo que muy pocos han hecho en ese edificio, bajamos las escaleras sin haberlas subido.